17 de diciembre de 2010


Ahora les cuento una historia que les costará creer, porque habla de una princesa y de un caballero que en su caballo blanco entró en el bosque en busca de un sentimiento que todos llamaban amor. Tomó un sendero que llevaba a una cascada donde el aire era puro como el corazón de esa muchacha que cantaba, y estaba con los conejos, los loros verdes y amarillos, como los pétalos de aquellas flores que llevaba entre los cabellos. El caballero descendió de su caballo blanco y despacio, despacio se acercó a ella. La miró durante un segundo, después le sonrió, y luego despacio, despacio empezó a decirle estas dulces palabras: "Quisiera ser el rayo de sol que cada día te viene a despertar para hacerte respirar y hacerte vivir de mí. Quisiera ser la primera estrella que cada tarde ves brillar porque así tus ojos saben que te miro y que estoy siempre contigo. Quisiera ser el espejo que te habla y que a cada una de tus preguntas te responde que en el mundo tú siempre eres la más bella" La princesa le miró sin decir palabras y se dejó caer entre sus brazos. El caballero se la llevó en su caballo blanco y siguiendo el viento le cantaba mientras tanto esta dulce canción

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